This is an article from the January-February 2017 issue: Nomads: The Challenge of Reaching People on the Move

El Desafío Nómada

Diga Sí a los Nómadas

El Desafío Nómada

Imagine un pueblo en movimiento, un pueblo que no tiene un hogar permanente, un pueblo cuya identidad está ligada a sus animales y cuya supervivencia depende de la disponibilidad de los pastos para alimentar a esos animales, un pueblo capaz de vivir con escasos recursos al margen de la sociedad... despreciado y marginado por muchos; un pueblo en muchos sentidos apartado del evangelio; sin embargo un pueblo por el cual Cristo murió. ¿Quiénes son estas personas? Son los nómadas.

Hace dos años viajé a través de África y pude ver de primera mano a estos pueblos preciosos y a menudo olvidados. Poco a poco Dios hizo que me enamorara de ellos. Como resultado me estoy preparando para alcanzar a los árabes nómadas del desierto del Sáhara en Níger.

En este momento hay cientos de grupos de personas nómadas en todo el mundo, que van desde el oeste de África hasta Indonesia. Nómadas se pueden encontrar en todo el mundo. Algunos creen que aproximadamente el 20% de los grupos étnicos que quedan por alcanzar son nómadas. Si la tendencia actual continúa, serán los últimos en ser alcanzados.

En muchos aspectos, los nómadas han sido pasados por alto y olvidados tanto por la iglesia como por los misioneros. Viven en lugares remotos y extremos, de difícil acceso, y no resulta fácil vivir entre ellos. Los nómadas no se pueden alcanzar de la manera tradicional y especialmente desde el ámbito misionero. Los nómadas no vendrán a nosotros, debemos ir a ellos. Alcanzarlos requerirá tener ganas de hacer grandes sacrificios de tiempo, espacio y comodidad. Hasta cierto punto, el misionero que quiera llegar a los nómadas debe convertirse en un nómada.

Alcanzar a los nómadas no será fácil y definitivamente no es algo romántico. No estamos hablando de una aventura donde uno monta un camello a través del Sáhara. La mayor parte del tiempo que se emplea alcanzando a los nómadas es un trabajo duro y monótono. Al aspirante a misionero nómada le esperan temperaturas extremas, polvo y condiciones brutales. Pero adivina qué: ¡merece la pena por Jesús!

Los nómadas pueden haber sido olvidados por nosotros, pero no han sido olvidados por Dios.

¿No llamó Dios a Abraham de su casa a una tierra que no era suya? ¿No era Moisés un nómada que cuidaba ovejas cuando Dios lo llamó para dirigir a Su pueblo fuera de Egipto? ¿No fueron los propios elegidos por Dios nómadas en el desierto durante cuarenta años? ¡Dios comprende y ama a los nómadas! ¿No somos nosotros mismos llamados a ser peregrinos en este mundo presente? Sabemos que este mundo no es nuestro hogar: sólo estamos de paso. Todavía estamos esperando nuestra verdadera casa celestial. ¡Cada creyente es un nómada espiritual!

Durante mi estancia en Níger, conocí al hijo de un jefe árabe nómada. Hace veintinueve años, este jefe árabe pidió que los misioneros vinieran a su pueblo. Veintinueve años más tarde aún espera. ¿Quién irá a hablar a esa gente acerca de Jesús? Si no vamos ni tú ni yo que tanto nos ha sido dado, ¿entonces quién irá?  "...a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá. " (Lucas 12:48).

Mi visión para esta generación es que terminaríamos la Gran Comisión, que seríamos la generación que ve cada una de las últimas tribus, lengua y nación alcanzada con el evangelio de Jesucristo; que Jesús sería adorado en todas las lenguas y en todas las naciones, porque Jesús es digno de toda adoración, y esta dignidad no se puede expresar de forma adecuada con una sola lengua. ¡Necesitará gente de cada lengua de la tierra que cante el nombre de Jesús antes de que el coro de los cielos esté completo!

Para alcanzar a todos los pueblos no alcanzados en esta generación debemos llegar a los nómadas del mundo. Estoy orando para que Dios levante equipos de misioneros apasionados, comprometidos, misioneros a largo plazo que se comprometan, y así alcanzar a todos los grupo de nómadas para 2025. Creo que por la gracia de Dios esto puede suceder, de modo que lo que el Salmista dijo en el Salmo 72: 9 se convertiría en una realidad: "Que los nómadas del desierto se postren ante él".

Hay un poema que ha significado mucho para mí a través de los años. La historia fue escrita en 1980 por un joven ruandés y nos cuenta que fue forzado por su tribu a renunciar a Cristo o ser asesinado. Se negó a renunciar a Cristo y pagó el precio final. La noche antes de que fuera martirizado, escribió el siguiente credo, titulado: "La Comunidad de los que no se avergüenzan".

Yo soy de la "Comunidad de los que no se avergüenzan".
La suerte está echada. He cruzado la línea.
La decisión ha sido tomada. Soy un discípulo de
Jesucristo. No voy a mirar atrás, dejar de subir, aflojar, 
Retroceder o permanecer inmóvil. Mi pasado está redimido, mi presente
Tiene sentido, y mi futuro es seguro.
Estoy al final de una mísera vida, miro al rededor y solo veo
Pequeños proyectos, rodillas desgastadas, sueños descoloridos,
baratijas recibidas y metas insignificantes.
Ya no necesito preeminencia, prosperidad, posición,
Promociones, aplausos, popularidad. Ahora vivo por fe en su
Presencia, camino con paciencia, elevado en oración, obro con poder.
Mi ritmo está marcado, con paso ligero, mi meta es el Cielo,
Mi camino es estrecho, mi camino es duro, pocos son mis compañeros,
Mas mi Guía es confiable y clara la misión.
No puedo ser comprado, comprometido, disuadido;
Engañado, desvanecido, entorpecido o echado atrás.
No vacilaré frente al sacrificio,
No tendré dudas en presencia de la adversidad,
No negociaré en la mesa del enemigo, ni
Meditaré en el remanso de la popularidad o me
Extraviaré en el laberinto de la mediocridad.
Soy un discípulo de Jesucristo.
Debo marchar hasta que el cielo regrese,
Dar hasta la extenuación, predicar hasta que todos conozcan, y
Trabajar hasta que Él vuelva.
Y cuando Él venga para tomar
Lo que es suyo, no tendrá ningún problema en reconocerme.
Porque blancas serán mis vestiduras:
Yo no me avergüenzo del evangelio... Romanos 1: 16a

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